Aunque no seamos conscientes, las cosas aparentemente más banales, como un parque infantil de bolas, se pueden convertir en el mejor tratamiento curativo para un niño, por encima incluso de la medicina. Con motivo del Día Mundial del Síndrome de Down, queremos mostrarte los beneficios de los parques infantiles para estos niños.
El pasado 21 de marzo se celebraba el Día Mundial del Síndrome de Down, un trastorno genético que afecta a entre 34.000 y 35.000 personas en nuestro país. Aunque la tendencia es que estas cifras sigan bajando, el último estudio presentado en 2015 denotó un total de 269 nacimientos de bebés con este problema en España. El optimismo que presentan las estadísticas en los últimos años se debe a las mejoras en salud y a los mayores niveles de inclusión social de las generaciones más jóvenes. De igual modo, la detección precoz y el aborto voluntario son también causas que influyen en este descenso. El Síndrome de Down es una anomalía en los cromosomas que se produce en 1’3 de cada 1.000 nacimientos, generándose un error en el óvulo fecundado que lleva a que se formen 47 cromosomas en lugar de 46, afectando ese exceso de material genético al desarrollo corporal y mental del bebé. Aunque aún se desconoce su cura o su método de prevención, el Síndrome de Down ha conseguido integrarse en la vida de la sociedad como algo natural, a lo que es posible enfrentarse con una sonrisa y en la que se debe trabajar porque los más pequeños que contraen este problema puedan hacer una vida normal, al igual que el resto de los niños, en la medida de sus posibilidades. ¿Por qué no acudir a un parque infantil de bolas?
Los niños que padecen Síndrome de Down se caracterizan físicamente por sus ojos almendrados y sus orejas pequeñas, pero psicológicamente hablando, existe una gran variedad de personalidades, niveles de inteligencia, aprendizaje, apariencias e incluso sentidos del humor. Es vital educar a nuestros hijos desde pequeños en valores como el respeto, la amistad y la tolerancia. Igual que se viene trabajando durante los últimos años en la inclusión de niños de otras razas, culturas o ideologías, resulta importante fomentar la integración de los niños con Síndrome de Down en el día a día. Es cierto que requieren de una mayor atención, de una mayor supervisión por parte de sus padres y del personal docente, pero debemos trabajar porque ellos mismos poco a poco vayan siendo conscientes de su poder de autonomía. Un parque infantil de bolas puede ser un destino ideal para que los pequeños que padecen este trastorno fuesen experimentando nuevas sensaciones, descubriendo su poder de superación, desarrollando nuevas habilidades y comunicándose con el resto de niños. Quizás el juego pueda convertirse en el mejor aliado y en una cura natural y sencilla para su crecimiento.
Las propiedades que los parques infantiles de bolas generan en la gran mayoría de los niños, en ocasiones anteriores expuestas, también podrán trasladarse a los pequeños con Síndrome de Down. Aunque en las escuelas suelen encontrarse en aulas separadas con otros niños de características similares, en los parques infantiles se sentirán integrados con el resto de niños. Puede que al principio nuestros hijos se mostrasen reticentes a sumergirse en los túneles, toboganes y piscinas de bolas o que se sintiesen agobiados ante la presencia de otros niños frente a los cuales se ven inferiores. Pero con el tiempo, ellos mismos comenzarán a darse cuenta de que son capaces de hacer, con un poco más de esfuerzo, lo mismo que hacen los otros niños. Les costará levantarse, trepar o establecer un grado de conversación más fluido, pero lo que no les faltará es la sonrisa y las ganas de ser uno más y divertirse en grupo.
Los parques infantiles de bolas representan una oferta de ocio segura, sin riesgos de lesiones para nuestros pequeños. Además de estar en todo momento vigilados por los monitores, podrán valerse por sí mismos y desarrollar sus habilidades y capacidades cognitivas, motoras y aprender nuevos conceptos o historias que ayuden a despertar su imaginación y su creatividad. Su trastorno no supone ningún inconveniente para que hagan ejercicio y se diviertan rodeados de otros niños, e incluso para que puedan compartir vivencias con otros pequeños que cuenten con algún otro tipo de problema. Lejos de sentirse excluidos, en el mundo del ocio todos son iguales. La terapia de choque que supone un parque infantil podrá originar efectos en el crecimiento social de nuestro hijo a medio plazo. Si confiamos en sus capacidades, él llegará a confiar en sí mismo.
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